Sandra Huapaya Morales
Tal vez
.para muchos de nosotros, nuestra primera palabra: MAMÁ. El tiempo
pasa muy rápido, cuando ellas menos se lo esperaron, ya caminábamos, ya hablábamos,
ya corríamos, comenzábamos
a hacer travesuras, gritábamos
y las hacíamos
correr de lado en lado. Nuestras compañeras, con quienes jugábamos a la
comidita, quienes fueron también
arqueras de nuestros primeros goles, quienes se ensuciaban y reían por ello.
Quienes se quedaban cuidándonos,
haciendo turnos, cuando nos enfermábamos,
a quienes preguntábamos
lo que no
entendíanlos, quienes nos enseñaban cosas nuevas cada día,
quienes parecían tener una respuesta a todo y a quienes veíamos como
la mujer más
hermosa
Que miles de
recuerdos cada una ha de tener de nosotros. Cuando nos creyeron lo suficientemente
grandecitos para quitarnos los biberones, el primer dientecito que se cayó, nuestros
primeros pasos, esa aceleración
en sus corazones cuando oían
caer nuestros cuerpos contra el piso, esas pesadillas que les contamos y lloramos, ese paseo
familiar y nuestras ocurrencias, nuestro primer día
de escuela, las travesuras que hacíamos, todas las
veces que nos metimos en problemas, cuando
discutieron con alguien solo por defendernos, cuando por algo que queríamos hicieron lo hasta lo
imposible para conseguirlo, las veces que nos gritaron, pegaron, las veces que
ya grandes nos corrimos de ellas y reímos, las veces que las hicimos
renegar, que las hemos hecho reír.
Crecimos y muchas cosas cambiaron
en nosotros, ellas estuvieron ahí, viendo como día a día nos desarrollábamos, viendo nuestros errores,
aconsejándonos.
Y porque no, cuando si metimos la pata, castigándonos y hablándonos fuerte para hacernos entender.
Poco a poco aprendimos que ellas
tienen mucha razón; tantas veces nos dijeron: abrígate y salimos
sin más
que un polo para al día
siguiente enfermarnos. Tantas veces les decimos: pero lo
que busco no está
y a los minutos, ellas lo encuentran. Esas maravillosas personas que notan cuando estamos
tristes, cuando no nos fue bien y queremos una palabra linda.
Esa persona
que aunque tengamos 30 años
nos seguirá
amando como si fuéramos
su pequeño
o su pequeña.
Esa persona a la que desobedecemos, respondemos y muchas veces no sabemos valorar. Esa
persona que ojala dios no quiera, pero cuando no esté,
nos hará tanta falta.
Esas
personas, son nuestras madres. Sonará
cliché
pero es verdad, un día
no es suficiente para agradecerles, su apoyo, sus consejos. Y si,
ellas también
comenten errores ¿y
que? Todos lo hacemos, pero ellas aprenden de ellos y así nos enseñan también a nosotros.
Nos dan la fuerza que muchas veces nos falta. Nos dan todo.